Como saben, en la próxima sesión del Club de Lectura (5 de marzo), veremos la película Los Girasoles Ciegos, dirigida por José Luis Cuerda y basada en el libro de Alberto Méndez.
Para ir abriendo boca, les adelantamos en el blog dos críticas de la película, una positiva y otra negativa; así como el tráiler de la misma.
¡Ahí va!
Para ir abriendo boca, les adelantamos en el blog dos críticas de la película, una positiva y otra negativa; así como el tráiler de la misma.
¡Ahí va!
A FAVOR, por Fernando Méndez Leite.
Aunque entre los cuatro relatos que componen la excelente novela de Alberto Méndez Los girasoles ciegos hay vínculos indestructibles, cualquiera de ellos tiene entidad propia y, por lo tanto, podía servir de base a una película autónoma, mientras que una adaptación de la obra en su totalidad difícilmente se podría haber realizado, al menos dentro de una producción convencional. Han acertado José Luis Cuerda y Rafael Azcona (esta es, desgraciadamente, la obra póstuma del guionista) eligiendo el cuarto relato, que trata sobre el peso de la Iglesia en la vida cotidiana de la posguerra, el miedo y la represión, la falta de libertad y la sinrazón. La novela original tiene un tan fuerte aliento literario que su traslación al cine nunca puede ser literal. Cuerda ha hecho un tratamiento estrictamente personal del texto de Méndez, manteniendo una mirada que se acerca a la de La lengua de las mariposas. La película es seca, triste, pudorosa y muy radical. El guión huye de cualquier forma de sentimentalismo a pesar de que la materia sobre la que trabaja sea el mundo de los sentimientos.
Aunque entre los cuatro relatos que componen la excelente novela de Alberto Méndez Los girasoles ciegos hay vínculos indestructibles, cualquiera de ellos tiene entidad propia y, por lo tanto, podía servir de base a una película autónoma, mientras que una adaptación de la obra en su totalidad difícilmente se podría haber realizado, al menos dentro de una producción convencional. Han acertado José Luis Cuerda y Rafael Azcona (esta es, desgraciadamente, la obra póstuma del guionista) eligiendo el cuarto relato, que trata sobre el peso de la Iglesia en la vida cotidiana de la posguerra, el miedo y la represión, la falta de libertad y la sinrazón. La novela original tiene un tan fuerte aliento literario que su traslación al cine nunca puede ser literal. Cuerda ha hecho un tratamiento estrictamente personal del texto de Méndez, manteniendo una mirada que se acerca a la de La lengua de las mariposas. La película es seca, triste, pudorosa y muy radical. El guión huye de cualquier forma de sentimentalismo a pesar de que la materia sobre la que trabaja sea el mundo de los sentimientos.
EN CONTRA, por Mirito Torreiro
De los cuatro relatos entrelazados en la impresionante novela Los girasoles ciegos, José Luis Cuerda y Rafael Azcona eligieron dos para dar carne a esta desigual película: el último, aquel que habla del diácono que sueña con la madre de uno de sus alumnos, y el segundo, que muestra cómo la hermana del mismo niño se refugia, embarazada, con su compañero en el monte, huyendo de lo que creen una muerte segura a manos franquistas. La opción es lógica: no estamos ante una adaptación literal, sino ante una recreación; pero es de temer que en el trasvase se pierda la dura, tremenda materia prima original, diluida aquí en una de las enfermedades más terribles que aquejan a cierto cine hispano cuando aborda la Historia: la previsibilidad. Y si el libro de Méndez deslumbra por su prosa inclemente y su depurado estilo, nada de esto está en la película, de un cansino academicismo, y cuya producción la hace desperdiciar la mejor de las historias del libro (el cambio de una Asturias invernal por una frontera portuguesa a tiro de piedra resta toda credibilidad a la brutal peripecia de los jóvenes en fuga). Y tampoco la ayudan trabajos actorales por debajo de lo que estamos acostumbrados en sus intérpretes.
De los cuatro relatos entrelazados en la impresionante novela Los girasoles ciegos, José Luis Cuerda y Rafael Azcona eligieron dos para dar carne a esta desigual película: el último, aquel que habla del diácono que sueña con la madre de uno de sus alumnos, y el segundo, que muestra cómo la hermana del mismo niño se refugia, embarazada, con su compañero en el monte, huyendo de lo que creen una muerte segura a manos franquistas. La opción es lógica: no estamos ante una adaptación literal, sino ante una recreación; pero es de temer que en el trasvase se pierda la dura, tremenda materia prima original, diluida aquí en una de las enfermedades más terribles que aquejan a cierto cine hispano cuando aborda la Historia: la previsibilidad. Y si el libro de Méndez deslumbra por su prosa inclemente y su depurado estilo, nada de esto está en la película, de un cansino academicismo, y cuya producción la hace desperdiciar la mejor de las historias del libro (el cambio de una Asturias invernal por una frontera portuguesa a tiro de piedra resta toda credibilidad a la brutal peripecia de los jóvenes en fuga). Y tampoco la ayudan trabajos actorales por debajo de lo que estamos acostumbrados en sus intérpretes.
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